September 15, 2020 | Business Transformation

 

by José A. Miranda, Paulina Céspedes

Cuando las personas interiorizan y adoptan el cambio en su día a día, la transformación es un hecho.

 

Las personas suelen percibir la transformación como una amenaza a su status quo, lo que puede generar un rechazo inicial a cualquier cambio inducido desde los equipos directivos.

Existen diferentes formas de enfrentarse a la vida, tantas como personas existen; y simplificar un tema tan complejo debe hacerse con mucho cuidado y tacto.

En las organizaciones ocurre lo mismo, ya que la problemática de cada persona es diferente y depende de muchos factores como el momento vital, de la clase social de la familia en la que ha nacido, de la educación y de la formación recibida, del país, región o entorno en el que se ha desarrollado cada individuo.

Todos estos factores, y muchos otros que componen la vida y desarrollo de las personas, van construyendo una telaraña cada vez más compleja según se unen los individuos en entornos grupales de trabajo, ya sean aulas de escuelas o universidades, organizaciones o compañías.

Y dentro de esa mezcla de culturas y comportamientos existen unas personas más proclives al cambio, y otras a las que dicho cambio e incertidumbre les supone un enorme esfuerzo mental que puede llegar a convertirse en una resistencia con consecuencias negativas, amenazando su día a día, desatando grandes dosis de estrés y erosionando su confianza.

Sin embargo, es un hecho que el momento actual, en el cual las empresas se enfrentan al reto de la digitalización y de la transformación tecnológica, las personas juegan un papel clave en el proceso de desarrollo y en la sostenibilidad de las organizaciones.

Por lo tanto, es imprescindible desde los equipos directivos implicar e involucrar a las personas en el proceso de decisión que supone el cambio.

En los procesos de transformación, el liderazgo de los directivos es un factor fundamental para que el resto de la organización adopte el cambio de forma natural, llegando a ser parte de la cultura organizacional.

Y aun promoviendo y fomentando la participación de los trabajadores, escuchando y tomando en cuenta sus ideas, e incluso formando parte de los procesos de decisión, muchas personas no serán receptivas y no querrán formar parte del proceso de transformación exigido.

Los procesos de transformación afectan a toda la organización, ya que expone a todos los empleados, desde el Top Management hasta las áreas más operativas. Obviamente, nuevos perfiles ascenderán a nuevas responsabilidades, y personas que han liderado la compañía hasta los momentos previos al cambio se quedarán rezagadas.

A priori, los resultados esperados de la transformación suelen ser mejores que los reales, ya que damos por hecho que las personas van a reaccionar de forma positiva, en un menor espacio de tiempo del previsto inicialmente.

Sin duda, el éxito de la gestión del cambio depende principalmente de la alta dirección.

Elaborar un plan estratégico con objetivos claros, responsables, procesos y        tareas específicas y con tiempos definidos conforman la base del proceso de              transformación al que se enfrenta la compañía.

Y aquellas personas que generan la máxima confianza y credibilidad en la organización, y con capacidad de liderazgo, se las debe dotar del Empowerment que les permita tomar las mejores decisiones.

Además, es necesario que el sentido de velocidad y urgencia sean percibidos en la organización como un ingrediente del proceso de cambio.

Pero hemos de ser conscientes que no todas las compañías están preparadas para realizar una gestión ágil del cambio. Aquellas empresas que no tienen gestores   inquietos, que penalizan los errores, sin tolerancia al riesgo, y que suelen tener una estructura de gestión vertical, tienen muy pocas o escasas posibilidades de generar el cambio necesario para que la compañía sea competitiva en el entorno actual.

Actualmente, muchas organizaciones ya sienten el miedo y el temor al futuro en el corto plazo, ya que perciben que no son capaces de alcanzar las metas establecidas y de seguir mejorando los resultados previos; pero sus dirigentes siguen pensando de la misma manera que han hecho hasta ahora. Y la velocidad del cambio actual no permite directivos ciegos de visión y lentos en la acción.

Sobre la gestión del Talento, la transformación va a provocar la inclusión de nuevos perfiles que hasta ahora no se encontraban dentro de la organización; se van a crear nuevos puestos y nuevos roles que no existían hasta la fecha; y se van a desarrollar equipos multidisciplinares, con menos personas, mayor diversidad y que ayuden a complementar las carencias entre ellos.

Además, cada vez se demandan menos tareas operativas, pero con un mayor rendimiento; y una mayor innovación y pensamiento estratégico que impulsen el crecimiento.

Y es muy probable que en las compañía nos encontremos con la paradoja de que haya un exceso de profesionales, pero hagan falta nuevos perfiles.

Sin duda, estamos ante un proceso de transformación que afecta a todos los niveles de la empresa, siendo el cambio el factor de transmisión que enlaza todas las capas que integran la compañía.

Tenemos que estar preparados para identificar si cada uno de nosotros estamos en disposición para seguir haciendo sostenible la organización a corto y medio plazo. Y es probable, que si usted es un CEO o un General Manager, ya encuentre algunos síntomas de que no esté preparado para seguir adelante en las mejores condiciones.

Si tiene dudas, responda a la siguiente pregunta: ¿Tiene claro quién es su sucesor?

 

José A. Miranda es Managing Partner en Naawa, Paulina Céspedes es Head of People & Talent Solutions en Naawa.

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